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martes, 21 de octubre de 2008

Mi primer aniversario como voluntario

Autor: Fco Javier Granero, voluntario de Felicán

Durante los primeros días de octubre se cumplió el aniversario de mi bautizo como voluntario de la Protectora de Úbeda. Puedo decir que ha sido un año intenso, no siempre fácil, pero que considero que ha sido enriquecedor.


Bruna en el verano de 2007 en Úbeda
Todo comenzó cuando llegó a la zona de chalets donde resido en verano, una perra a la que los niños de la zona pusieron Bruna y de la cual terminé encariñándome, convirtiéndonos en uña y carne. Perra inteligente que me recibía loca de contenta cuando regresaba del trabajo y que me acompañaba siempre que salía a correr o a dar un paseo por los alrededores. La recuerdo corriendo de un lado a otro en estos paseos por las tardes de verano. Iba por los caminos siempre atenta a lo que había a su alrededor, pendiente de cualquier ruido o movimiento y siempre preparada para salir corriendo detrás de los conejo o liebres que encontraba. Evidentemente nunca los alcanzaba pero era feliz así. Yo sabía que cuando llegara el otoño y regresara a Úbeda no podría tenerla y puesto que conocía la existencia de la Protectora decidí ponerme en contacto para poder dejarla allí cuando acabase el verano. Así fue como terminé haciéndome socio y empecé a ir como voluntario a principios de octubre aprovechando la presencia de la perra en la protectora. Pronto me identifiq con la Protectora, me involucré más y me convertí en un voluntario fijo de la misma. Antes de todo esto llevaba bastante tiempo queriendo ponerme en contacto con la protectora, pero el hecho de no conocer a nadie en la misma me echaba para atrás. Bruna fue como mi contacto de presentación.
Bruna o Bluna durante un paseo invernal en Alemania

Recuerdo esos comienzos en el refugio. Lo primero y último que hacía era buscar a Bruna, mi Bruna, en el corral donde se alojaba. Ahora está adoptada en casa Karin, que se encarga de hacer de casa de acogida de nuestros perros en Alemania y que también se enamoró de ella, aunque su nombre terminó derivando en Bluna, nombre por la cual la conocen. Me acuerdo también de esos primeros temores cuando tenía que entrar a un corral donde hubiera perros grandes, siempre entraba con precaución, aunque hoy día ya he perdido todo el miedo y entro con toda la confianza y determinación. La experiencia me ha hecho ver que no tengo que tenerles miedo, únicamente son animales necesitados de nuestro cariño y nuestra atención.
Karin, junto con Bruna (o Bluna) y otros perritos

En todo este tiempo, no todo ha sido un camino de rosas, pues siempre uno pasa por alguna crisis que hace que sienta ganas de tirar la toalla, algo que de una manera u otra me consta que le ha pasado a todos mis compañeros voluntarios. Crisis que, al final, o te hace abandonar definitivamente o te hace más fuerte. A mi me ocurrió lo segundo y decidí continuar. He llegado a la convicción de que el hecho de dejar mi colaboración sería como volver a abandonarles, algo que supongo que se le habrá pasado por la cabeza, no sólo a mis compañeros voluntarios de nuestro refugio, sino a los voluntarios de todas las protectoras.
La experiencia que quizás me ha marcado más durante este tiempo ha sido la de la historia de Cala, la perra que tuvimos que rescatar atrapada en un cepo. Aquello fue mi primera prueba de fuego. Nos llamaron y tuvimos que ir recogerla. Se encontraba en una situación muy delicada, el cepo en el que quedó atrapada era enorme, apenas tenía ya fuerzas pues llevaba varios días con él y se hallaba en un estado febril con la pata infectada. Recuerdo que cuando llegamos había varios perros a su lado, también abandonados que le aullaban y le hacían compañía, dispuestos a acompañarla hasta el final, pero que con nuestra presencia terminaron huyendo no sin antes hacernos un amago de atacarnos. Cala había sufrido tanto que hizo un último esfuerzo de huir de nosotros, temiendo que le íbamos a hacer lo peor.
Cala en el momento en que la encontramos

Afortunadamente, Cala salvó su vida aunque no se pudo hacer nada por su pata delantera izquierda, la cual tuvo que ser amputada. Actualmente, si mi memoria no falla creo que se encuentra en algún lugar de Francia. Su actual familia, nos ha mandado varias fotos de ella, algunas de las cuales hemos publicado en el blog. Nos da gusto ver lo bien cuidada que está y que se ha adaptado relativamente bien a su nueva vida.

Cala tras la operación

El caso es que durante este tiempo he visto de lo que es capaz de hacer el ser humano, de lo peor y de lo mejor. Lo peor es el hecho del abandono en sí. La gente debería entender que un perro no es un objeto de usar y tirar, es un ser vivo que depende de nosotros y que cuando uno decide tener un perro es para toda la vida. No valen los caprichos navideños para contentar a los niños que se han empeñado en tener un cachorrito, muy bonito al principio, pero que cuando crece ya es un estorbo para ellos. No vale abandonar a un perro porque ya no les sirve para cazar. No vale abandonar a un perro de edad avanzada por el mero hecho de estar enfermo y no querer verlo sufrir. No vale la irresponsabilidad de abandonar a unos cachorritos recién nacidos sólo porque no hay espacio y porque en su día no se tomaron las medidas oportunas para que su perra no quedara preñada. Contra eso luchamos y nuestra esperanza es que algún día todo esto se acabe.
Cala junto con su compañero en su actual hogar

Dentro de lo mejor podría citar a los compañeros voluntarios del refugio que dedican parte de su tiempo libre por mejorar la vida de nuestros perros y a todas aquellas personas que de una u otra manera nos apoyan o nos han apoyado de una manera u otra para poder seguir adelante. Por ejemplo, la Mari del grupo Chambao, que aunque no la conozca sé que es una mujer comprometida con las causas sociales que un día decidió adoptar a un perro de la Protectora llamado Capitán y que después decidió hacer un concierto a beneficio de nuestra protectora en la Feria de San Miguel de Úbeda de 2007; o Piet y Hennie, dos amigos holandeses los cuales no conocía pero que pude hacerlo hace unos días cuando nos trajeron material para el mantenimiento de nuestros perros; o Karin y su familia, que acogen a muchos de los perros que se nos marchan para Alemania, son los mismos que adoptaron a mi Bruna. Poco a poco iré conociendo a más personas comprometidas, hay más lo sé, como pueden ser todos los compañeros voluntarios de las distintas protectoras.
Nuestros amigos holandeses Piet y Hennie

Con esto termino, no sin antes mostrar mi deseo de que poco a poco la gente se vaya concienciada de que no hay que abandonarlos. Y desear también, que nuestros políticos también se preocupen más por ellos, porque considero que sería muy importante su ayuda.





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